'Fernando Benzo: “Quería construir personajes que mostraran las heridas emocionales de dedicar sus vidas a la lucha contra el terrorismo”'

Nunca fuimos héroes es una novela que nos sitúa en la escena de la lucha antiterrorista. Pero esta visión de aquellos años nos la presenta Fernando Benzo desde un fiel retrato psicológico de quienes estuvieron en la primera línea de batalla, las fuerzas del orden; de aquellas personas que se dejaron su vida por acabar con la dictadura del terror en la que España vivió presa durante décadas.

Fernando Benzo: “Quería construir personajes que mostraran las heridas emocionales de dedicar sus vidas a la lucha contra el terrorismo”
Fotografía de Patricia del Zapatero

En nota del autor se explican claramente los orígenes de Nunca fuimos héroes, pero para los lectores de Gatrópolis que aún no hayan podido leer la novela, ¿de dónde surge una obra como esta?

Surge de dos cosas fundamentales. En primer lugar, yo trabajo durante una serie de años en el Ministerio del Interior, y conozco a unos policías y guardias civiles que se dedican a la lucha contra el terrorismo. Y me quedé siempre sintiendo una enorme admiración por ellos, con la sensación de que no se conocía lo suficiente lo que hacían y lo que sentían. Y de alguna manera entendía que había que dar a conocer eso. Me parecía muy injusto que no se supiera. Y en ese deseo, a principios de siglo, en el año 2001, con otro compañero empecé a escribir un libro, que no era como Nunca fuimos héroes, una obra de ficción basada en la lucha contra el terrorismo, porque era otro momento y algunas personas que colaboraron con nosotros en la elaboración de aquel libro nos pidieron que por favor no se publicara; era por una cuestión de confidencialidad. Ahora, visto con perspectiva me doy cuenta de que llevaban razón. No era el mejor momento. El libro quedó en un cajón y 20 años después, porque tenía esa espina clavada de contar algunas de esas historias y expresar en un libro lo que sentía por aquellas personas, me surgió la idea de reconvertirlo en una novela policiaca, en un thriller como Nunca fuimos héroes, pero también de recuperar algunas historias y anécdotas de aquel libro y engancharlas con la trama de la novela. Eran historias que llevaban 20 años en un cajón. Y me ha hecho mucha ilusión que ya se pudieran contar, que llegara el momento en que se pudieran dar a conocer.

Además, ha habido mucho silencio, miedo a contar lo que ocurría en aquellos años negros de la historia de España, ¿verdad?

Sí, pero creo que las cosas llegan cuando tienen que llegar. Ha pasado ya un cierto tiempo, ya no se comenten crímenes…; el escenario es el adecuado, y no solo para que se pueda, sino para que se deba contar lo que nos pasó en nuestro país hace en realidad muy poco tiempo. Es el momento en que tenemos que construir el recuerdo para el futuro; el relato de lo que pasó. Para ello se puede utilizar el ensayo, la tesis, pero también hay que usar la ficción y la creación, y dentro de esas posibilidades he elegido el género de la novela policiaca para dar mi visión de aquella historia.

En esta pesadilla que vivió España durante tantos años están las víctimas, los terroristas, las fuerzas del orden… Pero para la construcción de la novela has preferido el punto de vista de estas últimas. ¿Por qué?

Por esa sensación que tenía de que no se conoce suficientemente lo que han hecho por nosotros tantos policías y tantos guardias civiles durante varias décadas. Hay una enorme distancia entre el respeto y el cariño que sentimos por la policía, por la Guardia Civil, como concepto. Pero al mismo tiempo desconocemos muchísimo de sus métodos, de cómo llevaron a cabo las investigaciones. Para mí eso era muy importante, más que hablar de técnicas policiales. Quería construir unos personajes que me permitieran mostrar y expresar lo que sienten, las heridas emocionales que deja en esas personas el dedicar sus vidas y tantos años a la lucha contra el terrorismo, con los sacrificios y esfuerzos que ello suponía.

Fernando Benzo: “Quería construir personajes que mostraran las heridas emocionales de dedicar sus vidas a la lucha contra el terrorismo”
Fotografía de Patricia del Zapatero

A lo largo de la novela nunca aparece el nombre ETA. Cuando el narrador y los personajes se refieren a la banda hablan de “los malos”. 

“Los malos”. Primero que así les suelen denominar los policías. No hablaban de los etarras, sino de los malos. Pero más allá de ese “respeto” a la realidad de la terminología policial, yo quería crear una cierta distancia con los malos. No les quería dar ni siquiera una identidad, un nombre. Es evidente que se está hablando de ETA y de la organización terrorista ETA, pero de alguna manera, al no darles nombre les quitas dignidad, reduces más todavía la posibilidad de que el lector sienta alguna empatía por los que son los malos de la historia. Había una doble finalidad.

De hecho, el personaje de Harri puede ser el arquetipo de cualquier miembro de la banda.

Sí, creo que Harri resume el espíritu de lo que eran los terroristas. En este caso, de un tipo de terrorista especialmente sanguinario; el que me parece más sanguinario, el terrorista jefe, el que decide quién vive y quién muere, que decide quién es el objetivo del crimen, pero ni siquiera lo comete. Y en contra de lo que pueda parecer, me parece todavía más asesino, más cruel, quien tiene esa potestad para decidir quién vive y quién muere, pero en cambio ni siquiera es capaz de coger el arma y ser quien comete el atentado. Pero me parece el más frío y el más carente de humanidad. 

Todos los atentados cometidos por la banda fueron execrables, pero el asesinato de Miguel Ángel Blanco, por cómo sucedió, repercutió sobremanera en la sociedad española. En Nunca fuimos héroes aparece muy bien contextualizado en la persona de Gabo.

Sí… Vamos a ver… He intentado no resaltar a ninguna víctima en concreto. Todas las víctimas son iguales. Pero es verdad que el asesinato tan brutal de Miguel Ángel Blanco en cuanto a la dinámica, que fue diferente de cualquier otro atentado de ETA, marcó un antes y un después. Se dice en el libro, lo dice uno de los personajes, con el asesinato de Miguel Ángel Blanco, ETA se suicidó. Comenzó su final. Es verdad que subsistió durante un tiempo, y que todavía cometió muchos crímenes, pero fue un momento en el que el final apareció en el horizonte, en el que se inicia el camino directo hacia el final de la banda terrorista. Al margen de ser una salvajada, fue un error estratégico brutal. Recibió el rechazo absoluto de la sociedad, la pérdida por completo del miedo a expresarse o a salir a la calle para manifestarse en contra de la banda terrorista. Fue el principio de su final y de su extinción.

Los malos «son humanos… Tenían enfermedades y amores y familia…», comenta uno de los personajes…

Es que eso es muy importante. Me interesa mucho resaltar que los malos, los terroristas, son personas normales. Y eso se puede malinterpretar. Puede haber quien crea que al decir esto justifico algo. Pero es al revés; es decir, el que no sean psicópatas, monstruos, locos, les hacen todavía más crueles, peores. Son personas que tienen relaciones amorosas, familiares, amistades… tienen una vida normal al margen de la actividad a la que se dedican. Tienen unas relaciones y unos sentimientos que son los que tenemos todos. Eso en mi opinión hace todavía más cruel, más salvaje, el tipo de crímenes que comenten, a sangre fría. Por tanto, era importante para mí reflejar eso. No estamos hablando de psicópatas; estamos hablando de personas normales. No es una justificación, sino un refuerzo de la crueldad que suponían sus crímenes.

Fernando Benzo: “Quería construir personajes que mostraran las heridas emocionales de dedicar sus vidas a la lucha contra el terrorismo”
Fotografía de Patricia el Zapatero

En Nunca fuimos héroes haces un gran retrato psicológico de los personajes. Son unos personajes estupendos… Todos son indispensables, cada uno en su tarea, para hacernos ver lo mal que lo estaban pasando entonces aquellos que estaban inmersos en la lucha antiterrorista. Desde Gabo, Marina, Sixto Aldama, Toni Pazos…

Claro. Es que han vivido algo que a quienes no lo hemos vivido nos resulta muy difícil imaginar. Primero, dedicarte a algo que requiere toda tu energía, toda tu vida. Este no es un trabajo con un horario. Prácticamente estás trabajando durante todo el día. Teniendo en cuenta otra cosa fundamental: hay que recordar que de las más de 900 víctimas de la banda terrorista ETA, más de 500 eran miembros de las fuerzas y del cuerpo de seguridad. Es decir que estás persiguiendo a unos delincuentes que están matando a tus propios compañeros. Esa es una sensación de culpa muy grande: “si no capturo a estos asesinos, en el futuro, no solo pueden matar al conjunto de la sociedad sino que pueden matarme a mí y a otros compañeros”. Con lo cual, la tensión resulta difícil de imaginar para los que no lo hemos vivido. Y esa tensión deja unas heridas diferentes a cada uno. Con ello quería, con toda esta gama de personajes, contar las diferentes vivencias, las maneras distintas de afrontarlo. 

Gabo se reconoce «un cazador, un cazador profesional»…

Claro, porque del mismo modo que digo que Nunca fuimos héroes es un libro que no tiene ninguna ideología, sí tiene unos valores, y estos policías también trabajaron sin ninguna ideología. Tampoco trabajaban con una motivación política. Su misión era perseguir a personas que cometían crímenes y darles caza. A ellos solo les importaba capturar a los asesinos y evitar que siguieran cometiendo crímenes. De alguna manera, eso es muy primario, pero le da pureza a la labor realizada. No había detrás de ello ningún objetivo político. 

Sin embargo, en ellos siempre subyace la sensación de no saber si lo estaban haciendo bien. Incluso sale a colación la guerra sucia…

Efectivamente, cuando estás haciendo una tarea tan delicada como es perseguir criminales es normal que aparezcan unas líneas difusas, que haya unas dudas morales que no se nos presentan a otros que tenemos otro tipo de profesión. Por eso es importante en el libro avisar que contamos la historia de los buenos, pero los buenos no son perfectos. Una parte de esos buenos cometió un error estratégico y moral como fue la puesta en marcha de la guerra sucia. En el momento en que empiezas a cometer crímenes al margen del cumplimiento de la ley ya no estás en el bando de los buenos. Automáticamente pasas al de los malos. Por tanto, ese error también hay que admitirlo y reflejarlo sin pretender contar en una novela todas las cosas que ocurrieron a lo largo de esos años.

¿Alguien que se haya visto reflejado en la novela ha manifestado su opinión sobre la misma? 

Sí, sí… Una de las satisfacciones que puedo tener como autor del libro es que personas que vivieron aquello se reconocen. No de nombre y apellidos, sino en cuanto a sentimientos o compañeros que tuvieron en esos años. Es un halago y un buen elogio para la novela. 

Para acabar, y para quitar un poco de tensión, la música aparece en varios momentos de la novela de una manera muy relevante. Sobre todo, hay un guiño destacado a Bruce Springsteen

(Risas). Bueno, siempre que escribo tengo música, no solo en esta novela. Siempre, siempre que he escrito. No lo puedo evitar. Mi cabeza construye una banda sonora. Necesito estar mentalmente oyendo música, que me sitúe en la definición de los personajes. En este caso, era música de los 70 y los 80. No cuento qué hay de autobiográfico en la novela, pero te puedo decir, ya que lo has dicho tú, que soy absolutamente fanático de Bruce Springsteen. Entonces, por fin, después de muchas novelas, de mucho tiempo escribiendo, he podido crear a un personaje que fuera tan seguidor de Bruce Springsteen como pudiera serlo yo. Hasta el punto de que durante la escritura, la novela se titulaba La carretera del trueno, por esa sensación de viaje, pero me di cuenta de que no tenía mucho sentido. Simplemente porque me apetecía hacer eso. Y el título fue cambiando. 

…El mismo Gabo se pregunta “¿Cómo había podido vivir hasta entonces sin conocer a Bruce?.

Exactamente… Es que es verdad. No se puede vivir sin Bruce Springsteen (risas).

Fotografía de portada de Patricia del Zapatero.

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