'Natalia de Molina: “El personaje de Triana ya forma parte de mí”'

La actriz jienense se ha hecho un nombre en el panorama cinematográfico español gracias a unas interpretaciones sobresalientes que han sido recompensadas con dos premios Goya. 2019 vuelve a ser su año, tras Elisa y Marcela y 522. Un gato, un chino y mi padre, está a punto de estrenar Adiós, de Paco Cabezas. Interpreta a Triana, un personaje que la propia Natalia de Molina reconoce que ya forma parte de ella. Un trabajo de una profundidad dolorosa que ella defiende con el talento que le caracteriza.  

Natalia de Molina: “El personaje de Triana ya forma parte de mí”
Fotografía de Patandi

¿Cómo llega a ti Adiós?

En un primer lugar a través de Jose Rodríguez, el guionista. Era el primer guion que escribía y lo estaba moviendo, viendo si alguien entraba en el proyecto. Me lo envió, lo leí, y la verdad es que me encantó. Pero ahí se quedó porque estaba intentando que alguien se lo comprara. A los años se puso Paco Cabezas en contacto conmigo, me dijo que había entrado en el proyecto y que quería que fuese Triana. Y yo emocionada de la vida (risas). Porque hubiera hecho cualquier personaje de la película que me hubiesen propuesto. Me encantaba. Cuando leí el guion dije “quiero formar parte de esto”. Estaba muy bien escrito, me parecía increíble que costase tanto que alguien se metiera en el proyecto. Está muy bien escrito, es un peliculón.

Triana es una madre que trata de sobreponerse a la muerte de su hija ¿Cómo ha sido la preparación para afrontar un personaje tan duro emocionalmente como este?

Normalmente siempre hago cosas muy complicadas y muy difíciles (risas). Pero es verdad que esto era otro nivel, de profundidad mucho más doloroso. Es algo para lo que nadie está preparado ni puede estarlo, que es la pérdida de un hijo. Daba mucho respeto, mucho miedo, era consciente de que era un arma de doble filo. Todos los personajes de la película son muy difíciles de hacer, y son unos trabajos impresionantes por parte de todos los actores de la peli. Pero en este, además, hay mucha emoción, y las secuencias que tenía que hacer eran muy duras, con las que se le explicaba al espectador de dónde nacía toda la rabia y la violencia que hay en la película. Era como el momento de conexión con la emotividad. Y eso es un arma de doble filo porque puedes fastidiarlo muy fácilmente, es mucha responsabilidad. Y lo trabajé como trabajo siempre, volviéndome un poco loca y obsesiva (risas), buscando e inspirándome en todo, y luego trabajando con Paco (Cabezas) en los ensayos, luego con Mario (Casas). Poco a poco todo va sumando hasta que se construye esa Triana que he hecho.

Has hablado del trabajo previo con Paco Cabezas, ¿cómo es trabajar con él? ¿Cómo es en el rodaje?

¡Muy fácil! Cualquiera que lo conozca se da cuenta en el momento. Es un tío súper cercano, súper normal, muy humilde, muy familiar… Confía mucho en la gente con la que trabaja, se rodea de gente muy buena, y te da alas. Te hace sentirte segura. Me he abierto tanto y me he metido tanto en el fango con este personaje porque sentía que lo tenía a él al lado cuidándome. A nivel visual y técnico es una pasada todo lo que hace. Y luego también le gusta el trabajo con los actores, para él era muy importante que nuestro trabajo tuviera mucha verdad. Lo tenía siempre muy cerca, no se ponía en el combo como hacen muchos directores y lo ven de lejos, él estaba al lado de la cámara. Sobre todo en el rodaje de las escenas que tiene mi personaje que son como muy íntimas.

Natalia de Molina: “El personaje de Triana ya forma parte de mí”
Fotografía de Patandi

A pesar de la tragedia que les ocurre, Juan y Triana permanecen muy unidos, ¿cómo ha sido el trabajo junto a Mario Casas para transmitir eso al espectador?

No conocía a Mario, ni Mario me conocía a mí. Fue muy fácil también. Nos entendimos muy bien. Mario es un pedazo de actor. Trabajando con él he flipado, porque es súper profesional, es muy generoso, y entiende la profesión como la entiendo yo. Trabajábamos desde un lugar muy parecido, aunque cada uno somos muy diferentes, pero a la hora de la verdad había mucha conexión, y creo que eso se ve en la pantalla. Para mí es muy bonito de ver y muy difícil de conseguir, porque era muy importante en la película transmitir ese amor que tienen, y que es lo que les salva de toda esa desgracia en la que se ven involucrados. 

Vemos a dos personajes con dos formas muy diferentes de actuar frente a la tragedia. Él busca venganza para que no quede impune lo que ha pasado. Y ella como que le aporta equilibrio y tranquilidad, ¿cuál es tu visión sobre esto?

Las mujeres de esta película se mueven en ambientes muy masculinos y en una cultura también muy machista. Y las tres mujeres de la historia son las que tienen todo el power en la película. Somos las que tenemos el raciocinio, y hay una cosa muy visceral que tienen todos los personajes. Pero creo que las mujeres son las que tienen el poder, la matriarca (Mona Martínez), Eli (Ruth Díaz) y yo, que al final cojo un poco el relevo de la madre de Juan.

La película te hace pensar en el destino de los personajes. Si el vivir en un determinado ambiente o lugar marca ese destino o si se puede cambiar. Al menos el personaje de Triana nos muestra un camino esperanzador en ese aspecto.

Es una película que viaja de la oscuridad a la luz. Es ese proceso de cómo salir de la oscuridad y cómo aprender o intentar decir adiós. Llega un momento en el que ella empieza a poner límites y a tomar las riendas de la situación, encauzando un poco a Juan. Empieza a ser activa en toda la trama. Creo que lo bonito también de la peli es que dentro de toda esa oscuridad, al final termina con esperanza. Y también me quedo con eso del personaje. 

¿Qué has aprendido de Triana?

Forma parte de mí ya. Me he dado cuenta con el tiempo de que de todos los personajes, al final hay algo que se te queda. Van construyendo tu personalidad, y ahora me siento un poco Triana. Con lo que me quedo de ella es con toda esa fuerza y con todo el poder que tenemos las personas para reponernos de cosas de las que es imposible reponerse… y esa madurez con la que termina la película.

Fotografía de portada de Patandi.


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